martes, 10 de marzo de 2020

El circo de la Hipocresía Giselle Romina Castillo Vargas

Capítulo 19
El circo de la hipocresía

Abro mi correo electrónico desde la computadora del colegio. Salta un mensaje: - “Te extraño a horrores. Necesito verte. Tengo tanto que explicarte. Por favor, no piense mal de mí. Firma Valentín”.
Mi papá, Don Himeneo, me quitó el celular como castigo, primero por hacer el casting sin su permiso, y luego salir en la televisión en ese programa del conductor Valentín, que dio origen a mi carrera artística. Luego por tener un romance  con el mismo conductor Valentín, que dio pie a un problema mediático, que, por dar mal prestigio a la Institución, hizo que me expulsaran de la Escuela de Bizarros. Esta es la razón por la cual ahora estoy terminando mis estudios en este raro colegio de humanos llamado “Instituto Santa Gertrudis”. Mi papá, hace semanas no me habla ni se sienta a la mesa a cenar conmigo, y eso es triste. No sé cuánto tiempo durará su enojo, pero parece una eternidad. Mi abuelita Afrodita dice que pronto el enojo se le va a ir. Y, para colmo, ahora recibo un mensaje de Valentín! Suena el timbre. Tomo mi carpeta y vuelvo a clases.
Llego al aula, me siento junto a Lily. No me sorprende para nada ver a Solange sentada al fondo con sus amigas, igual de falsas como tuella, murmurar, burlarse y mirarme. Solo que ahora me miran fijo, miran el teléfono celular, vuelven a mirar, y no me quitan la miraba de encima, mientras todas sostienen una sonrisa diabólica, y comentan entre ellas y ríen. Esto realmente me asusta.
Entra la rectora. Todos nos ponemos de pie, saludamos y nos volvemos a sentarnos frente a nuestros pupitres.
La rectora nos anuncia: - Quiero informales a todos, que ayer, nuestra compañera Yamila, fue internada en el hospital para ser rehabilitada por su problema de anorexia. Recemos un Ave María y un Padre Nuestro por nuestra compañera para darle fuerzas.
Todos rezamos. Luego, Solange, que, como siempre, estuvo mirando con cara de indiferente, y masticando chicle, cambia de repente su cara como si se pusiera una máscara y empieza a llorar a gritos; a lo que le siguen sus cómplices, llorando al mismo tiempo como si fueran un coro. Yo las miro sorprendida, y mi mirada se cruza con la de Ángel, que, con su rostro me indica que le fastidia tanta falsedad. Yo pienso lo mismo: hasta ayer, a Yamila la acorralaban en patota y le decían “gorda”; ahora, irónicamente se hacen las buenas con lágrimas exageradas y gritos desgarradores de lamento. Solange, de repente deja de llorar, y, todas instantáneamente dejan de llorar como si Solange estuviera dirigiendo una orquesta, y todo vuelve en silencio. No puedo creer tanta hipocresía: me recuerda a la histeria colectiva que hubo en tiempos de las brujas de Salem.
La rectora agrega:- podríamos hacer un trabajo práctico sobre el tema y Bulimia y Anorexia para comprender más el tema y tomar conciencia sobre este problema que preocupa a la sociedad.
- ¡Si, si, si! – Dice Solange con energía, que luego de pasar a su momento de llanto fingido, se ve nuevamente con actitud altanera. – ¿Y puede ser por medio de un vídeo? – pregunta, me sonríe con una mirada sobradora y una gran sonrisa.
- Sí, Solange. Dice la rectora – también puede ser en video.
Solange asiente, y junto a sus amigas me miran y no dejan de sonreírme con sus sonrisas malévolas. ¡Esto me suena muy mal!


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