Del otro lado de la máscara
Voy como de costumbre al trabajo. Aunque le pedí a Valentín si me podía llevar, el sostiene con mil argumentos diferentes que no me puede llevar porque el auto está descompuesto. Dice que se la pasa todo el tiempo en el garaje arreglándole mil cosas, y me resulta una conducta muy extraña. Además hace rato que, al abrir mi mesita de luz, noto que me falta dinero en la cajita donde guardo para los gastos del día y Valentín dice que él no lo tomó. Eso lleva a discutir largas horas y al final, la culpable Siempre dice que soy yo.
Un productor musical me ofreció grabar mi primer disco, y manejar mi carrera. El sábado a la tarde tengo mi primera prueba de sonido en el estudio de grabación. Pero Valentin se enojó conmigo y no quiere que vaya. No sé alegra por mi. Y me pregunto a mi misma, como la persona que antes era tan dulce y que tanto decía que me amaba, ahora se ve más distante. Debe ser que algo le debe preocupar.
No obstante, voy contenta a mi trabajo. A veces me mandan a la estación y a mis otras dos compañeras, a Guadalupe la mandan a pegar carteles, y a Leyla, la mandan a repartir los volantes bajo las puertas, y, como de costumbre, va quejándose.
En la estación hice nuevos amigos tan bizarros como yo. Entre ellos está Dorita: la señora indigente, que, va caminando encorvada y con sus ropas sucias por las calles, discutiendo con alguien invisible. Nadie le habla pero yo siempre le saludo, y ella me sonríe.
Hay una pequeña niña, que, en horarios en los que debería estar en la escuela, juega en la plaza y persigue a las palomas. Es regordeta y tiene rizos en el cabello. Me recuerda a mí de niña. Me pregunto que estarán haciendo los papás en este momento?
Está también el chico Furry Fandom, que viste un traje de zorro gris de peluche y que reparte volantes de la tienda de ropa para bebés. Se llama Alexis pero se hace llamar Fo-xy Rock. Y no es su traje reglamentario el de vestirse de zorro gris para repartir volantes, sino que es un zorro porque le gusta y porque el es feliz así. Pero me late, que, en pleno verano se debe sudar como un pollito rostizado dentro de ese elaborado fursuit. Se quitó una vez la máscara y es un chico lindo y parece aún más tierno que su disfraz. ¡Transpiro yo también!
Estaba repartiendo volantes, y una voz familiar me dice por detrás:-¡ No puedo creerlo! ¿Vos sos la de la televisión?
Volteo la mirada y era Ángel, el chico de la secundaria, con su bicicleta y su guitarra a cuestas. Nos saludamos con un gran abrazo. Le conté cómo me había ido en mi vida y de mi felicidad. Le prometí que iba a invitarlo a nuestra casa a cenar, junto a Valentín y a mí. Luego, mi jefa, Mayra, me retó por verme hablando con la gente en lugar de repartir volantes. Y Valentín cuando le conté de mi encuentro con mi viejo amigo y si podría cenar con nosotros, se puso celoso y se enojó. Esa noche nos fuimos a dormir sin hablar. De todas mis dudas pendientes quedaron mil preguntas sin responder. Yo voy pensando que, al final, esta relación debería terminar y cuánto ante se lo debo decir: este amor y sus mentiras me hacen mal.
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